De la pintura al objeto, siempre el cuerpo.
Paola Cohen acierta en encontrar un nuevo espacio creativo con la serie de obras producidas entre 2012 y 2013 que giran en torno a la incorporación de un objeto, el corset, y de un nuevo lenguaje artístico, el grabado.
Desde aquí accede a transitar un espacio plástico que dialoga con el concepto tan fuerte y duro del corset, como modo de imponer un molde, de sujetar lo que tienda a expandirse pero también como acto de animarse a romperlo, abriéndolo como una flor que deja ver paisajes posibles, cruzando a la vez otras fronteras en su práctica artística. Sus investigaciones, en torno al grabado van de la mano de sus búsquedas pictóricas, incorporando al tratamiento técnico y matérico una paleta enriquecida, liberada y propia. De allí que la misma artista y sus críticos hablen de este sistema de obra como de pictograbados.
El cuerpo presentado desde el fragmento, perdido en el espacio compositivo; el hueso como vanitas, como desmaterialización de la carne; el corazón recortado y perdido en su desolación, afirmado en su soledad, también complican la propuesta de Cohen cuestiones existenciales.
Con mucho de Frida y sus dislocaciones, el aspecto sensible que caracteriza toda su obra se inviste hoy de otras líneas de fuga, explorando sentidos en torno al dentro/fuera del cuerpo. Incorporar huesos largos, vértebras y caderas mostrando lo que cubre el corset implica instaurar un más acá para el deseo, incorporarlo, restituirlo, reencontrarlo, en el más allá del persistir de una voluntad plástica poética y creadora.